XIOMARA, LA PRINCESA CORAZÓN DE DIAMANTES
La menor de dos hermanos, Xiomara tiene cinco años recién cumplidos.
Nació en el “Protomédico” y en el 2020 se mudaron al barrio, a una de esas viviendas que la provincia entregó a familias carenciadas con hijos con discapacidad.
El ”Cacho”, de doce años, tiene un retraso mental y todos sus movimientos responden a estímulos desordenados. Habla con dificultad , pero “La Negra”, su mamá, es la única que lo entiende.
Cuando los días están lindos lo acomodan en un destartalado sillón de ruedas en el patio de tierra que da a la calle, en donde dos alambres paralelos y unos postes hacen de separador entre lo público y lo privado.
Xiomara se sienta junto a su hermano y juega con él. Le prepara manjares de tierra, pasto, piedritas y agua y se los ofrece para que los coma y se alimente.
“El Cacho” es muy delgado y huesudo.
Cuando su hermano rechaza su comida con ininteligibles sonidos guturales, la niña presta su atención a su pequeño gato, al que arrastra por su cola o abraza maternalmente para darle la mamadera que hasta no hace mucho, era suya.
La mamadera de Xiomara tuvo los más variados cometidos. Fue vacuna natural y forjó sus defensas. Ocupó el lugar de la teta y descargó en el chupete gomoso, angustias, soledades y mordiscos de rabia. Ahora era su manera de ofrecer cuidados y afectos.
Su juego preferido, mucho más que eso, era ser princesa.
Se sentía “La princesa del corazón de diamantes” figura qu&e seguramente habría visto en el televisor, cuando pusieron el cable satelital.
Esa antena parabólica le daba jerarquía a la vivienda popular. Simbólicamente, era un sello de pertenencia.
Para festejar la conexión, una camioneta de una empresa local, bajó una caja rectangular muy grande perteneciente a un Smart TV de 65 pulgadas.
Días antes del cumpleaños de la niña, una tía que a su vez era la madrina de Xiomara, le regaló un vestido de princesa, blanco de gasa, una corona plástica dorada con incrustaciones de piedras preciosas también de plástico y unas sandalias blancas con sendos corazones engarzados con imitaciones de diamantes.
Para ella, cada brillo, destello y transparencia de esas baratijas, las transformaban en verdaderas joyas de los reinos que su imaginación podía concebir.
El día del festejo apareció vestida con la noble elegancia de una verdadera princesa. Mientras esperaba los invitados corría por el patio de tierra seca que daba a la calle y su
felicidad se esparcía por la vecindad.
Como contrapartida los días posteriores al festejo, fueron estremecedoramente silenciosos.
Durante esa semana la vi salir al patio ostentando su corona y arrastrando a su gato de la cola.
Luego de un fin de semana, el lunes por la mañana a eso de las diez, un par de vehículos policiales estacionaron con sus luces destellando frente a aquel domicilio.
Parte del personal, un masculino bajo y enérgico y una robusta oficial ingresaron a la vivienda y al rato salieron con el concubino de “ La Negra” esposado.
Lo subieron en la caja de una de las camionetas y custodiado por un policía armado con una Itaka se retiraron por la calle hacia el sur, dejando una polvareda en el aire.
Nadie supo qué aconteció y los comentarios del whatsapp del barrio no eran coincidentes ni creíbles.
Pasadas unas semanas de aquel suceso, alguien desde una moto tiró algo por una de las ventanas y del interior de la casa comenzó a salir humo y fuego.
Entre gritos y pánico los integrantes de la vivienda se reunieron en el patio de tierra que da a la calle y mientras esperaban ayuda de los bomberos, vieron como se consumían sus pertenencias.
Xiomara, vestida de princesa, llorando se aferraba a su madre.
Todo quedó inmerso en un charco de agua negra con olor a goma quemada.
No se donde durmieron esa noche, pero al mediodía siguiente un flete destartalado ayudó a “La Negra” y el mayor de sus hijos a retirar las pocas cosas que se salvaron.
Por unos días la casa quedó abandonada. Una comisión de Vivienda hizo una inspección y un grupo de operarios subieron a un camión lo que pudieron rescatar, desechando el resto en el patio de tierra que da a la calle.
Cuando todos se fueron, me acerqué al predio.
Entre los desechos, en un charco de agua sucia, aparecía semisumergida una de las sandalias con corazón de diamantes.